El 4 de junio, en la segunda vuelta electoral se impuso Alan García, del Partido Aprista Peruano con un 54% de los votos, sobre el ex militar Ollanta Humala. El socialdemócrata García -una especie de Paz Zamora peruano-, es un defensor del neoliberalismo y su anterior presidencia a fines de los 80 es recordada por la brutal crisis económica que descargó sobre los peruanos y por los masivos asesinatos de presos políticos y guerrilleros. Ollanta fue militar en tiempos del genocidio “antisubversivo” y a pesar de su tibio discurso nacionalista y del apoyo de sectores reformistas, tampoco representaba una opción para los trabajadores, los campesinos y los indígenas.
Alan García vuelve a la presidencia en condiciones muy difíciles para él: no tiene mayoría en el Congreso, es resistido por gran parte de la población, y sus planes proimperialistas y antipopulares chocarán con un enorme descontento entre los trabajadores y el pueblo, tras largos años de salarios de hambre, desempleo y privatizaciones, mientras la burguesía y las transnacionales acumularon enormes ganancias. Por eso, distintos analistas prevén un gobierno débil e inestable y que deberá enfrentar una tenaz lucha de las masas contra el intento de consolidar el TLC con Estados Unidos y por las postergadas demandas obreras, campesinas y populares.