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Aunque Evo y los prefectos no firmaron el gran acuerdo, tejen un PACTO NO ESCRITO

 

EL 5 DE OCTUBRE el diálogo entre el gobierno y los prefectos opositores terminó sin la firma de ningún documento que sellara el “gran acuerdo nacional” que piden muchas voces, pese a la presión internacional, los buenos oficios de la Iglesia y las concesiones ofrecidas por el MAS. Sin embargo, de las reuniones en Cochabamba surgió un “pacto no escrito” entre el gobierno y los prefectos opositores para evitar mayor confrontación en las calles y encarrilar las disputas a las urnas, vía Congreso.



Es cierto que subsisten desacuerdos de fondo, pero luego del fracaso de la asonada de septiembre el gobierno salió fortalecido y la “media luna” quedó maltrecha como para imponer mayores exigencias. En estas condiciones, a Co-ssio, Costas y Cía. no les convenía firmar un acuerdo que el gobierno pudiera mostrar como un triunfo político; les resulta más ventajoso aprovechar las concesiones del MAS (como en el tema autonomías departamentales) pero mantener las manos libres para seguir regateando y reservarse algunas cartas para preparar nuevas maniobras y ataques.


Ahora, al Congreso

Ese pacto no escrito se reflejó en las declaraciones de Cossio como vocero de los Prefectos opositores, felicitándose de la “pacificación del país” y pidiéndole al gobierno que suma el “deber moral” de que cualquier proceso electoral sea “transparente” mediante la revisión del padrón electoral (ya está en marcha su auditoría) y otros condicionamientos. Entre tanto, el MAS asumió como propios varios consensos parciales alcanzados en el tema de las autonomías departamentales y lleva la discusión al Congreso, donde se formó una Comisión entre el MAS y sectores opositores “dialoguistas” de PODEMOS, MNR y UN para tratar las reformas al texto constitucional, lo que de paso, significa pasar por encima de la Constituyente para acordar entre cuatro paredes.
El MAS necesita que una ley apruebe el llamado a referéndum dirimitorio y aprobatorio de la nueva CPE, y la derecha aprovecha su control del Senado para seguir regateando, lo que pese a la desesperación masista por cerrar pronto un acuerdo, puede prolongarse e incluir nuevos forcejeos.
Toda esta negociación, buscando concertar con los representantes de los empresarios, los terratenientes y las transnacionales, no puede arrojar ningún resultado favorable a los intereses de los trabajadores, los campesinos y los pueblos originarios.


La coyuntura y las perspectivas inmediatas

Entre tanto y pese a algunos discursos, ha “bajado la temperatura” aunque no puede darse por clausurada la crisis política crónica y no faltarán tensiones, maniobras o ataques de la derecha.
Sin embargo, el debilitamiento y las fisuras de la “media luna” y el CONALDE luego de su fracaso en las calles, el fortalecimiento gubernamental, apoyado en el movimiento de masas al mismo tiempo que impide una movilización superior (basándose en las ilusiones populares en la Constitución, sobre todo entre los campesinos y pueblos originarios), y la política de conciliación masista que preserva a la derecha y le permite seguir negociando, configuran un escenario de relativa contención en la confrontación social y política, alentando la canalización institucional por la vía de las urnas... si las negociaciones terminan en algunos consensos.
Además, en la escena política nacional y convocados desde el propio Gobierno, ganan mayor presencia factores reaccionarios, como son las Fuerzas Armadas (que se postulan como “garantes del orden y la unidad nacional” y potenciales “árbitros” en caso de nuevas crisis, que actuarán inexorablemente contra el pueblo); y la mayor ingerencia de los orga-nismos internacionales proimperialistas y los gobiernos burgueses vecinos (OEA, UNASUR, ONU).
Seguirá habiendo una especie de “guerra de guerrillas” autonomista, que se rasga las vestiduras por el criminal Leopoldo Fernández, etc.; puesto que continúa el “mar de fondo”: la enorme polarización social y no hay consenso sobre problemas de fondo en el tipo de régimen político-estatal a construir, el alcance y atribuciones de las autonomías, el tema tierra y otros puntos, que hacen a distintos “proyectos de país” (el reformista del MAS y el conservador-autonomista).
Pero los elementos mencionados abonan un clima más dialoguista en una nueva coyuntura política donde se comienza a canalizar la situación de régimen quebrado entre el Gobierno nacional y la media luna para llevar las diferencias al terreno electoral.

Hay que romper con la concertación masista
Es un grave peligro para los trabajadores y el pueblo el adormecimiento que el discurso de conciliación crea. La reacción no renunciará nunca a sus posiciones y riquezas. Pero el MAS, con la colaboración del CONALCAM y la cúpula de la COB, que impidieron que las masas intervinieran con toda su fuerza en la crisis de septiembre, ahora desmovilizan, alimentando ilusiones en los acuerdos para llegar a la nueva Constitución.
En primer lugar, la derecha buscará reagruparse, obtener lo que quiere en las negociaciones o bien, si no lo logra, volver a conspirar y retomar la ofensiva contrarrevolucionaria. En segundo lugar, la Constitución del MAS, pese a la fraseología indigenista y la enunciación de derechos sociales, renuncia a las grandes tareas nacionales (como una verdadera reforma agraria, territorio y plena autodeterminación para los pueblos originarios, nacionalización efectiva de los recursos naturales), enterrando la “agenda de octubre” a cambio de algunos cambios formales y limitados. Las concesiones a los autonomistas y neoliberales no harán sino empeorar su contenido burgués.
No es con pactos y votos que se derrota a las oligarquías burguesas y el imperialismo. Sólo la movilización general de los trabajadores y el pueblo puede vencerlos y abrir el camino a las soluciones de fondo que necesitan los trabajadores, los campesinos e indígenas, el pueblo explotado y oprimido.
Pero para esto las organizaciones obreras y campesinas no deben subordinarse a la estrategia de conciliación de clases de la burguesía del MAS y sus aliados. El movimiento obrero necesita dotar-se de una expresión política propia, y levantar un programa y una política de los trabajadores en la crisis nacional y convocar en torno a ella a la unidad con los demás sectores populares.
Éstas son algunas de las lecciones que dejó la asonada de septiembre, una severa advertencia de la que los trabajadores deben sacar conclusiones, pues los problemas de fondo del país no se resolverán sin grandes enfrentamientos en la lucha de clases, y finalmente, llevarán a un duelo entre la revolución y la contrarrevolución.


La catástrofe económica que nos amenaza

La gravedad de la crisis nacional ha opacado otro problema de enormes, decisivas, consecuencias para el futuro del país y la suerte de los trabajadores, como es el agravamiento de la crisis económica internacional con el derrumbe de las bolsas y grandes bancos en Estados Unidos y Europa (ver páginas centrales).
A pesar de los discursos tranqui-lizadores del Gobierno, lo cierto es que ya está afectando la economía del país: en sólo una semana más de 100 millones de dólares en depósitos huyeron de los bancos, las materias primas que exporta Bolivia están comenzando a bajar de precio (soya, minerales, hidrocarburos), la represalia yanqui de eliminar el APTDEA amenaza a muchos puestos de trabajo y la inflación en los alimentos y la escasez de gas y combustible golpean al bolsillo del pueblo trabajador. En el sector minero ya anuncian despidos en Potosí.
El movimiento obrero no puede esperar dormido a que la crisis empeore, mientras las medidas oficiales fracasan y a que como siempre los capitalistas le hagan pagar sus costos con la desocupación y los salarios de hambre. Tiene que comenzar a discutir un programa obrero y po-pular para hacer frente a la crisis que se avecina.
Desde Palabra Obrera y la LOR-CI proponemos a los sindicatos combativos, a los trabajadores y jóvenes de vanguardia, a los grupos de la izquierda obrera y socialista, comenzar a discutir dos problemas fundamentales:

  Cómo dar pasos en común en la pelea por la plena independencia de clase frente al Gobierno y los empresarios, para poner en pie un movi-miento o instrumento político de los trabajadores.
  Cómo pelear en la COB y los sindicatos por un programa obrero, para preparar la res-puesta de los trabajadores ante la catástrofe económica con que nos amenaza el capi-talismo imperialista.

Por Eduardo Molina



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