Es evidente para el pueblo movilizado que si el gas no es industrializado en territorio boliviano poco o ningún beneficio traerá su explotación, para los trabajadores y el pueblo pobre. Es por eso que, la consigna de Nacionalización generalmente esta acompañada por la de Industrialización. Las multinacionales son enemigas de la industrialización del gas dentro del territorio nacional pues prefieren exportarlo como materia prima y procesarlo más cerca de los mercados que les interesan. Por ejemplo, en vez de subvencionar (como sucede actualmente) a las petroleras con 50 millones de dólares al mes, este dinero permitiría desarrollar y ejecutar un plan masivo de construcción de viviendas populares. En vez de pagar 300 millones de dólares de servicio de la deuda externa a los organismos internacionales (FMI, Banco Mundial, Club de Paris), que es el monto comprometido para este año, se podría instalar una planta petroquímica para producir insumos básicos para la fabricación de plásticos y fertilizantes.
La nacionalización de los hidrocarburos sería un primer paso imprescindible para abrir las puertas a una verdadera industrialización. No sólo mediante el uso del gas en gran escala para elaborar derivados (como diesel o gasolinas) sino también fertilizantes y otros productos y como fuente de energía barata y limpia para la industria, la producción de electricidad y el uso domiciliario. Pero para conseguir esto el poder político debe estar en manos de los trabajadores y campesinos, ya que únicamente un gobierno obrero y campesino puede garantizar una lucha hasta el final para expulsar las transnacionales y romper con el imperialismo, única forma de acabar decisivamente con el saqueo de nuestros recursos naturales.
Sin embargo, para salir del atraso y la pobreza e impulsar un proceso de industrialización sostenido este paso aislado sería insuficiente. Será preciso combinarlo con otras medidas esenciales, como la nacionalización de todas las “capitalizadas”, de las grandes empresas y la gran minería, la banca, una profunda revolución agraria que liquide el latifundio y el monopolio del comercio exterior, el no pago de la deuda externa y la ruptura con el imperialismo. Este sería el marco de un verdadero plan económico obrero y popular, discutido democráticamente y elaborado a partir de las necesidades de los trabajadores y el pueblo, que a través de medidas como estas sería también la base para comenzar la construcción de una sociedad sin explotación del hombre por el hombre, una sociedad socialista.
D.V.