El 18 de mayo es hoy el Día de los Trabajadores Fabriles. Cabe recordar que en ese día de 1950 tuvo lugar una más de las batallas de la clase obrera boliviana.
Corrían los tiempos del “sexenio”. El viejo régimen de la oligarquía se caía a pedazos, jaqueado por un movimiento obrero y popular en imparable ascenso, con huelgas y movilizaciones incesantes pese a la brutal represión contra los estudiantes, obreros y campesinos.
En 1947 grandes luchas campesinas recorren el Altiplano y los Valles: huelgas de brazos caídos en las haciendas desde el Titicaca hasta Cinti, levantamientos en Ayopaya, Aygachi, Pucarani y otros lugares.
Ese mismo año una huelga general minera es derrotada y se produce una “masacre blanca” (despidos masivos), pero los mineros se reorganizan y vuelven a la lucha, a lo que el gobierno contesta con la masacre de Siglo XX entre el 28 y el 30 de mayo de 1949. A las masacres se suma la cárcel, el exilio y persecuciones a dirigentes obreros y de la izquierda, como el POR, así como a los movimientistas que en septiembre de ese año lanzan un “putsch”, la llamada “guerra civil de 1949 y que aunque desconfiaban y temían a la clase obrer, tratabande utilizarla para sus fines.
En 1950 gobernaba Mamerto Urriolagoitía, que el año anterior había dado un golpe, el famoso “mamertazo”, anulando las elecciones que había ganado Paz Estenssoro. La economía estaba en crisis y la carestía de la vida se hacía intolerable para los trabajadores.
La concentración del 1º de mayo fue imponente y muy combativa e inicia una fase de agitación obrera contra la carestía de la vida y el gobierno hambreador y represor. El 17 los fabriles llaman a la huelga general. Pronto adhirieron mineros, ferroviarios, bancarios y otros. Se formó un Comité de Coordinación para unir la lucha y dirigir las acciones, donde estaban representados sindicatos y partidos de izquierda.
El gobierno declaró el Estado de Sitio y ordenó la represión. Villa Victoria, que entonces era un importante barrio obrero y jugaba un papel similar al que en nuestros días juega la combativa ciudad de El Alto, se transformó en el centro de la lucha.
Los trabajadores textiles y de otros sectores que vivían en la zona levantaron barricadas ante el cerco policial y militar. La huelga se estaba transformando en una insurrección a nivel local y los trabajadores fabriles se armaron con lo que pudieron, dinamita, revólveres, algunos viejos fusiles.
Se combatió casa por casa y en el bosquecillo de Pura Pura. El gobierno utilizó la artillería y la aviación para bombardear salvajemente los barrios obreros pero sólo después de dos días de combate, con incontables muertos y heridos, pudo retomar el control.
Las lecciones de organización y combate, escritas a tan alto costo con sangre de trabajadores, no fueron olvidadas. El movimiento obrero que protagonizaría la revolución del 52 se templaba en estos choques de guerra civil. Pero esta historia, de cómo obreros y campesinos protagonizan una gran revolución y cómo el MNR la frenó y derrotó, ya será tema de otra nota.