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Huelga de empleados estatales abre crisis política en Sudáfrica

 

Los trabajadores, organizados en el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU, por sus siglas en inglés), exigen un 12% de aumento salarial, entre otras demandas, mientras el gobierno sólo está dispuesto a otorgar un 6%.

Hubieron movilizaciones callejeras en las principales ciudades del país y la represión gubernamental no se hizo esperar.

Sin embargo, el primer revés para el gobierno fue la declaración de los sindicatos de las fuerzas de seguridad que amenazaron con sumarse al reclamo de los huelguistas. Al mismo tiempo, sindicatos del sector privado como los mineros y metalúrgicos llaman a solidarizarse con los empleados públicos y han convocado a movilizaciones en todo el país.

Otra fuente de crisis es que los dirigentes de el COSATU son uno de los principales pilares del gobierno de Mbeki y hoy, para contener a sus bases, deben encabezar este paro general.

El gobierno se ha mantenido duro en su postura, cediendo por un lado un aumento del 7%, y por otro, ha despedido a centenares de empleados de la salud bajo el argumento de no garantizar guardias mínimas. Este hecho ha empujado a algunos dirigentes a convencer a sus bases de levantar la huelga.

Esta huelga ha provocando una fuerte crisis en la coalición gobernante, integrada por el CNA, el Partido Comunista Sudafricano (PCSA) y el COSATU. La participación del COSATU en el gobierno puede peligrar si la huelga no tiene una salida negociada. Además, en pocos meses habrá elecciones presidenciales y el CNA debe elegir a su candidato con Mbeki desprestigiado.

Del apartheid racial al apartheid de clase

En 1994 el CNA y su líder Nelson Mandela ganaron las elecciones en Sudáfrica con el apoyo indiscutido de la mayoría de la población negra basado en el prestigio de su lucha contra el apartheid -régimen de supremacía blanca-. Para los obreros y campesinos se abría un nuevo horizonte y el fin del régimen racista prometía también cambios sociales.

La minoría blanca, debido al ascenso obrero y popular de mediados de la década del ‘80, pactó con la dirección del CNA el fin del apartheid en forma gradual a cambio de mantener su poder económico.

Por eso, la Constitución votada en 1996, a pesar de darle un énfasis a los derechos políticos y civiles de la mayoría negra, mantuvo intacto el respeto de la propiedad de la tierra y los principales resortes de la economía en manos de la minoría blanca. Además se garantizó la impunidad de los represores blancos paramilitares y oficiales que durante años masacraron y persiguieron a los luchadores obreros y populares negros. Según un artículo del periódico City Press de Johannesburg (11/5/2003), el 98 % de los ejecutivos de las empresas privadas sudafricanas durante el año 2002, eran blancos. En 1995, inmediatamente después del fin del apartheid, los blancos controlaban el 80% de toda la tierra usada en la agricultura. Hasta hoy, esa cifra no ha cambiado.

El sucesor de Mandela, Thabo Mbeki, rápidamente abrazó las ideas del neoliberalismo dictadas por el Banco Mundial y el FMI a Sudáfrica. De este modo el gobierno integrado por el CNA, el PCSA y el COSATU se propusieron administrar los negocios de la burguesía blanca mientras desarrollaban una capa dirigencial y burocrática opuesta a los intereses y aspiraciones de la gran mayoría de la población.

Los resultados no pueden ser más dramáticos: el desempleo pasó del 16% en 1990 a más del 40% en los últimos años. Desde 1993 se han perdido medio millón de empleos, los ingresos medios de las familias trabajadoras cayeron un 19%, en particular sectores vinculados a la economía informal, que llegan al 50% de la población activa. Mientras aumentó la pobreza, cuya tasa oficial es del 70% y la pobreza extrema, situada en el 28%; el precio de los servicios públicos básicos aumentó en las zonas pobres. El costo del agua potable aumentó un 55%, y la luz hasta en 400% debido a las privatizaciones, provocando cortes masivos del suministro de los servicios a cientos de miles en las zonas populares.

La resistencia

Esta huelga de los empleados públicos es la más grande desde el fin del apartheid y puede estar indicando un cambio en el movimiento de resistencia contra los planes neoliberales en Sudáfrica.

Desde el año 2000 la resistencia se expresaba en los barrios populares como movimientos de pobladores y trabajadores desocupados que ante los cortes del servicio eléctrico-recientemente privatizado- se movilizaban para reconectarse. Así nacieron varios foros y organizaciones, como el Comité de Crisis de la Electricidad de Soweto, que se movilizaron masivamente y se enfrentaron con las fuerzas del orden.

La clase obrera sudafricana tiene una gran tradición de lucha y organización y un alto peso social y político. Al calor de los procesos de industrialización de las décadas de los años ‘60 y ‘70 se desarrolló una poderosa clase obrera negra que fue sujeto junto al movimiento estudiantil de la lucha contra el apartheid. Los retos para los trabajadores sudafricanos son importantes. Será al calor de duras luchas que tendrán que retomar la tradición y combatividad de la lucha contra el apartheid que se tejerán las alianzas entre los obreros, campesinos y pobres urbanos para terminar de una vez por todas con la miseria y la opresión. La lucha por una República Negra donde imperen los derechos democráticos y nacionales de la mayoría negra, contra el racismo y el imperialismo forma parte inseparable de la lucha contra la burguesía blanca y los monopolios imperialistas y sólo será posible con una revolución negra, obrera y socialista. Esta es la única salida progresiva para los trabajadores negros sudafricanos y será una trinchera de lucha para la liberación del África del imperialismo.



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