El “método” y la pugna regional
Si la tempestad cobró tanta fuerza, no fue tanto por el tema de la sede de los poderes en sí, sino por dos razones que van más allá: Primero, la derecha y los “cívicos” critican el método con que la bancada masista hizo pesar su mayoría en lugar de negociar previamente con las fuerzas de oposición y respetar el mecanismo de los “dos tercios” y demás garantías pactadas entre el MAS y PODEMOS en el Parlamento, como condición para prolongar las sesiones de la asamblea hasta el 14 de diciembre. Segundo: la burguesía cruceña y la “media luna” utilizan el reclamo de Sucre para mejorar sus posiciones en el tema autonomías departamentales y en la negociación del nuevo reparto del poder estatal y las rentas fiscales, contra la resistencia de las élites paceñas que quieren preservarse la mayor cuota de poder posible. Esta puja volvió a tensar al extremo la cuerda de la negociación política entre gobierno, derecha parlamentaria y burguesías regionales.
La Asamblea a los tumbos
La primer víctima, naturalmente, es la propia Asamblea, cada vez más diluida y debilitada y que ya había sufrido un sonoro bofetón con el acuerdo parlamentario MAS-PODEMOS. Éste significa ni más ni menos que las grandes decisiones se toman por arriba, entre el gobierno y los jefes de la derecha. La Asamblea, que comenzó sus días proclamándose de palabra “originaria” para disimular su origen bastardo en el pacto de la Ley de Convocatoria gestado entre García Linera y la derecha, debe conformarse ahora con sancionar lo que se decida al margen de ella. Las promesas de “refundar el país” se las llevó el viento. Esto provoca no pocos roces y descontento entre los constituyentes del MAS, pero siempre terminan cuadrándose ante Evo. Ahora será nuevamente fuera de sus sesiones donde se discuta una salida, aunque al final se los convoque para levantar la mano y consagrar lo decidido.
¿Quién paga los platos rotos?
La derecha, pese a sus diferencias internas y divisiones (entre cívicos y fuerzas políticas, entre PODEMOS, MNR y UN, etc.) hasta ahora ha sabido jugar bien sus cartas arrancándole concesión tras concesión al gobierno y se envalentona cada vez más con los retrocesos de éste. Ahora trata de frenar cualquier iniciativa política del Gobierno y sacar el mayor partido posible del nuevo impasse constituyente. Quiere hacerle pagar al MAS un alto costo político posible, tanto en Chuquisaca como a nivel nacional, además de obligarlo a respetar el mecanismo de los “consensos” y los “2/3” para toda decisión importante. Los cívicos negocian “con el revólver sobre la mesa” amenazando con plantear la inconstitucionalidad, con nuevas movilizaciones regionales y hasta boicotear la Asamblea.
Las cartas del MAS
El gobierno se resiste a entregar aún más y pone un par de cartas sobre la mesa: insinúa suspender la Constituyente, con lo que no habría legalidad para las autonomías departamentales y todo el ordenamiento político-estatal se mantendría como hasta ahora, y arremete desde el Congreso contra el Tribunal Constitucional, viejo nido del neoliberalismo más reaccionario, cuyo control le permitiría avanzar en sus políticas en base a decretos y sin temer los “amparos constitucionales” que los tinterillos de oposición consiguen a paladas. Naturalmente, la derecha responde a los gritos “Dictadura!” olvidando los tiempos en que impuso nada menos que el 21060 a decretazos. En realidad el MAS no está dispuesto a sacar los pies del plato de la concertación, pero trata de marcar relaciones de fuerza para negociar.
La búsqueda del “pacto de centro”
Así, entre gritos, amenazas y presiones, el gobierno y la mayoría de la oposición siguen buscando en nombre de la “unidad nacional”, un gran acuerdo: un “pacto social y político” que permita reorganizar el Estado y reconstruir el régimen político, al tiempo que poner límite a las demandas de las masas populares y cerrar el paso al peligro de nuevos “octubres” esto es, a nuevas movilizaciones revolucionarias. Este pacto avanza dificultosamente, a pasos, con acuerdos parciales como los gestados en el Parlamento y contactos como las reuniones entre Evo Morales y los cívicos de la media luna. Su tono político es “de centro” y esto deja algunos descontentos que “embarran la cancha” para hacerse notar, como por derecha grupitos minoritarios del neoliberalismo recalcitrante y autonomistas a ultranza como los ganaderos. Y también entre el MAS y sus aliados, como muestran las quejas de direcciones que forman el “pacto de unidad” al ver diluirse la retórica indigenista del MAS.
Tiempo para desactivar el “cortocircuito”
Una crisis política como la actual tiene dinámica propia y amenaza destejer todo lo que laboriosamente fueron armando en los últimos meses. Además, como recuerdan voces del gobierno y la oposición, está la advertencia del levantamiento de enero en Cochabamba, que casi le cuesta el puesto a Reyes Villa: si la pelea entre oficialismo y oposición pasa del límite, entonces pueden intervenir las masas. Ya ahora la radicalización política en Sucre está llevando a los campesinos de Chuquisaca, a los cocaleros del Chapare, a los “ponchos rojos” aymaras a amenazar con movilizarse.
Por eso, en medio de las peleas y tensando al máximo la cuerda de la negociación política, la consigna en que coinciden gobierno y oposición parece ser “postergar para pactar”, como ocurre desde hace meses. Así acordaron prolongar la Asamblea hasta diciembre, y ahora discuten suspender sus sesiones por varias semanas o más, para negociar los puntos clave de un gran acuerdo que lime diferencias, ofrezca suficientes garantías y satisfacciones a la derecha y a los autonomistas, y permita reunir a la Asamblea para discutir detalles y consagrar el acuerdo. ¿Encontrarán esta salida o la Constituyente entrará en coma definitivo? Todavía es temprano para saberlo y el “pronóstico es reservado”. El actual cortocircuito tiene “final abierto” y aunque busquen con todas sus fuerzas una negociación, no puede descartarse que se abra una crisis política mayor e incluso brechas por las que podría irrumpir el movimiento de masas, hasta ahora contenido por las promesas del MAS y el freno de sus direcciones.
La salida es por fuera de esta Asamblea
Entre tanto, está claro que la Asamblea cumplirá sus objetivos sólo si conduce a la legitimación y consagración en una nueva Constitución Política del Estado de un ordenamiento político estatal y un nuevo régimen viables y satisfactorios para la clase dominante en su conjunto.
Para ello, debe estar cada vez más subordinada a los acuerdos y negociaciones entre el gobierno y los representantes políticos y cívicos de los empresarios, los terratenientes y las transnacionales. Caso contrario, está condenada.
Quienes no tienen nada que esperar son los trabajadores, los campesinos y pueblos originarios, cuyas expectativas democráticas e impostergables demandas, han sido sacrificadas por el MAS en el altar de los acuerdos con la burguesía. La única salida, es la movilización general por las demandas de los trabajadores y el pueblo, para derrotar a la reacción y para abrir el camino a una salida de fondo, obrera y campesina.
Por Eduardo Molina