Los hechos de septiembre fueron un esfuerzo extremo por bloquear la iniciativa constitucional del MAS, luego de que los 2/3 de votos a Evo en el referéndum de agosto le dieran nuevo aire al gobierno.
La “media luna”, ensoberbecida por las consultas departamentales de mayo- junio y la ratificación de los prefectos el mismo 10 agosto, creyó que estaba en condiciones de ir por más, hundir la CPE, avanzar en las autonomías de hecho e imponer sus condiciones.
Pero pese al violento accionar de los grupos de choque fascistas de la UJC y otros, la asonada no logró traspasar los límites regionales y finalmente el vanda-lismo de las tomas de oficinas públicas y la bárbara masacre de campesinos en El Provenir, le restaron apoyo hasta entre su propia base.
Entre tanto, el gobierno, fiel a su eterna estrategia de conciliación con los empresarios, los terratenientes, las transnacionales y sus agentes políticos, enfrentó la asonada apostando a las FF.AA como “garantes del orden” (entregándoles el control de Pando con el Estado de Sitio y el nombramiento de un oficial naval como prefecto interino), aceptando la peligrosa ingerencia de la “comunidad internacional” y evitando que el movimiento de masas irrumpiera a nivel nacional en ayuda de los sectores que resistían en Plan 3000, San Julián o Yapacani.
Por el contrario, el MAS, fiel en todo momento a su estrategia de concertación con la derecha, apeló a las Fuerzas armadas, dándoles mayor espacio en la política nacional, y a la colaboración de los gobiernos vecinos (como Chile y Brasil, actuando desde la OEA y UNASUR) que intervinieron para presionar por una salida moderada, preocupados por la desestabilización de Bolivia.
Y finalmente, cuando el movi-miento de los autonomistas perdía fuerza, les ofreció un nuevo diálogo al que estos se aferraron firmando rápidamente por medio del prefecto tarijeño Cossio un “preacuerdo” gestado por el Vice García Linera que ya les anticipaba importantes garantías y concesiones. El apresamiento de Fernández y algunos otros es completamente insuficiente, pues los empresarios y terratenientes de la “media luna” así como sus grupos de choque armados, siguen impunes.
Todo esto condicionó el resultado de los sucesos de septiembre. El fracaso de la arremetida derechista podía haberse aprovechado para desbaratar el poder de las oligarquías regionales y la derecha en su conjunto. Pero esto sólo lo podía garantizar la movilización general de los trabajadores, los campesinos, los pueblos originarios, organizando la autodefensa contra los grupos fascistas y paramilitares, ocupando las grandes propiedades y empresas de los Marinkovic, Fernández, etc.
Nada de esto se hizo. El CONAL-CAM y la COB se disciplinaron a la línea del gobierno en lugar de llamar a movilizar y poner en pie la autodefensa de masas. Limitaron los bloqueos en Santa Cruz por algunos días a ser medidas de presión controladas al servicio de la negociación que se hacía en Cochabamba.
Así, Evo y el MAS le “perdonaron la vida” a la derecha. Les permitieron reducir los costos políticos de su fracaso y volver a la negociación con múltiples pretensiones, cuando se le podía haber asestado una derrota mayúscula para la derecha.
Sólo a los estrategas del MAS les puede extrañar que los prefectos autonomistas aprovecharán todo esto para intentar recomponerse y seguir rega-teando en la mesa de negociaciones, en lugar de contentarse con lo que Evo Morales y García Linera ya les han concedido hasta ahora.