LA FILOSOFÍA DE LA LIBE-RACIÓN se presenta como un pensamiento latinoamericano capaz de superar el horizonte de la “modernidad occidental”. Sin embargo, su punto de partida se basa en una gastada operación ideológica que:
1º Convierte a la “modernidad” y lo “occidental” en algo genérico, abstracto, cuando correspondería tratar concretamente del orden social capitalista-imperialista;
2º Reduce el marxismo a su cari-catura stalinista (que Dussel designa como “marxismo standard” y “socialismo real”) y tratarlo como simple expresión de la “modernidad occidental” cuando el marxismo es su más profunda y consecuente crítica formulada hasta hoy.
3º Con estos fáciles “argumentos” deduce la necesidad de “superar” al marxismo con un nuevo “pensamiento crítico”.
El resultado es un artefacto ecléctico, que mezcla conceptos marxistas diluidos o vaciados de contenido, con nociones de la teología católica, de las filosofías burguesas del siglo XX, la filosofía política liberal, éticas, etc., para producir una concepción que nada tiene que ver con el marxismo y tampoco aporta a un verdadero proyecto de liberación nacional y social.
Subjetivismo y politicismo
La reinterpretación subjetivista que hace Dussel de algunas obras de Marx subraya en clave idealista el papel de la práctica y del trabajo. Dussel reconoce a la praxis como una categoría central, pero devalúa las determinaciones objetivas de que se nutre la constitución del sujeto social, con lo que se pierde su anclaje concreto en el conjunto de las relaciones sociales objetivas en que los individuos están inmersos, ante todo, en las divisiones de clase antagónicas de la sociedad. De esta forma Dussel rompe la unidad dialéctica en la praxis como relación entre sujeto y objeto que es característica del marxismo.
Esa operación subjetivista permite explicar “lo político” como un “campo” (en lo que Dussel retoma nociones de Pierre Bordieu) que aunque atravesado por otros “campos” (económico, cultural, etc.), es de hecho autonomizado al extremo, desligándolo de las relaciones sociales de explotación y de toda deter-minación de clase pero haciéndolo así susceptible de ser subordinado a una “normativa” según el “principio democrático” (retomando diversos tópicos de la filosofía política liberal) como si fueran esos y no los intereses materiales que expresan las fuerzas sociales y políticas los que determinarán “lo político”. Dussel desarrolla las consecuencias prácticas en la segunda parte de 20 proposiciones...
Humanizar al capital
Allí nos informa que “El principio normativo que rige la intervención en las operaciones e instituciones del sistema económico (hoy capi-talista) debe ser siempre que la producción, reproducción y aumento de la vida humana es el criterio que evalúa el proceso productivo y sus efectos como totali-dad, incluyendo el mercado, los capitales nacionales y transnacionales, el capital financiero, etc.” (Pág. 136). Mas adelante dirá que “La nueva política no se cifra principalmente en un cambio del sistema de propiedad, sino más bien de los ‘modos de apropiación’ de los excedentes económicos y culturales, regulados desde nuevas instituciones políticas de participación” (Pág. 152). Como si se pudiera conciliar la acumulación capitalista basada en explotación del trabajo, con las necesidades de la vida humana. Como si las medidas institucionales pudieran evitar las crisis económicas capitalistas (como la que se cierne hoy), evitar la destrucción capitalista de la naturaleza y la humanidad y “moderar” el comportamiento burgués guiado inexorablemente por la sed de ganancias y la defensa de la propiedad privada.
El sujeto social
Cuando Dussel introduce los conceptos de "pueblo", y del "otro", lo hace para rechazar la teoría marxista de las clases y de la lucha de clases. Lejos de acercar-se mejor a la realidad de los explotados y oprimidos latinoamericanos, disuelve el análisis de las condiciones de explotación y opresión concretas a que son sometidos por la burguesía y el imperialismo. Además, en el “pueblo” así concebido, caben no sólo los sectores oprimidos, “excluidos”, etc. sino también la “pe-queña burguesía en crisis” y la “burguesía nacional destruida por la competencia de las transnacio-nales”, en un bloque que irá tomando “mayor conciencia nacional, popular...” (Pp. 95) con lo que nos re-propone la colaboración de clases con la burguesía que siempre han pregonando con matices, el stalinismo, el nacionalismo y las corrientes populistas burguesas en América latina.
Perfeccionar el Estado burgués
El programa de reformas está estrictamente delimitado por “lo posible” y Dussel alerta constantemente contra el terrible pecado de “anarquismo” que sería transgredir ese posible en la reforma del Estado latinoamericano, cuyo carácter burgués y semicolonial es escamoteado con abstractas consideraciones acerca de que “Las instituciones son necesarias para la reproducción material de la vida, para la posibilidad de acciones legítimas democráticas, para alcanzar eficacia instrumental, técnica, administrativa”.
En realidad la “transformación” dusseliana no va más allá de un “perfeccionamiento” de la “demo-cracia representativa articulada con la democracia participativa” (Pág. 144 y ss), como si se pu-diera transformar evolutiva y gra-dualmente a la república burguesa en un Estado al servicio de los trabajadores y el pueblo.
No puede sorprender entonces que el sujeto político real de Dussel sean “Los partidos políticos progresistas, críticos, liberadores”, aclarando que se trata de: “Los vientos que nos viene del Sur (de los Kirchner, Tabaré Vázquez, Luis Ignacio Lula, Evo Morales, Hugo Chávez, Fidel Castro y tantos otros)” (Págs. 119-120). Es decir, las fuerzas políticas de carácter nacionalista, progresista y refor-mista que incluyen a “reformistas sin reformas” como Lula o “progresistas” aliados al gran capital como Kirchner, o plantean apenas tímidas reformas de corte nacionalista como Chávez o Evo.
Y para terminar, una perla: el imperialismo de la Europa del Capital como modelo: “El destino de los estados nacionales debe ser hoy integrado a conjuntos confederados como el logrado en el tratado constitucional de la Unidad europea. Europa es un ejemplo político en este plano (...) el cual se anti-cipa por la existencia del MERCOSUR y los movimientos de integración en Sud América”. (Pág. 155).
La lucha por la liberación es revolucionaria, o no es
Más allá de la fraseología ¿qué queda al llegar aquí del prometido camino original, “latinoamericano” a la liberación? Poco o nada, ni teórica ni prácticamente.
El sistema de Dussel “no se cifra principalmente en un cambio del sistema de propiedad”, pero en América latina no puede ni hablarse de liberación sin resolver el problema agrario, y esto es imposible sin destruir la gran propiedad terrateniente con una profunda reforma agraria impulsada por la movilización revolucionaria.
Este sólo ejemplo demuestra que sus teorizaciones están al servicio de una estrategia política crudamente reformista, que no trasciende los límites del orden del capital y del Estado burgués y, por tanto, es completamente incapaz de responder a las acuciantes necesidades y reivindicaciones de los trabajadores y el pueblo pobre, ni conducir a ninguna liberación real.
El marxismo como concepción, análisis de la realidad social y “guía para la acción” es inmensamente superior y abre la única perspectiva realista para la liberación social y nacional, con una estrategia que apuesta a la capacidad revolucionaria de las masas, a la unificación de la fuerza social de los trabajadores, los campesinos, los pueblos originarios, para poner en pie un poder obrero y popular basado en la autoorganización, que sí expresará la potentia (como gusta decir Dussel) creadora de las masas para imponer un nuevo poder político revolucionario. Sólo así, poniendo fin a la “sagrada” propiedad privada de los medios de producción y rompiendo con el imperialismo, podrá iniciarse el camino socialista de la emancipación humana.
Por Eduardo Molina