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Bolivia después del triunfo electoral de Evo Morales

El “proceso de cambio” se consolida pero ¿Qué pueden esperar los trabajadores y el pueblo pobre?


La Paz, 8 de diciembre de 2009.
 

El domingo, Evo Morales y el MAS obtuvieron un contundente triunfo electoral frente a una derecha debilitada y en ausencia de cualquier alternativa a su izquierda. Evo iniciará su segundo mandato con la amplia legitimidad que le dan el 63% de votos y asegurándose un cómodo dominio en la nueva Asamblea Legislativa Plurinacional -tendría 108 de los 166 curules y amplia mayoría en ambas cámaras-. Por ello, podría introducir con facilidad las leyes que necesita para avanzar en la transición al nuevo régimen del Estado Plurinacional de Bolivia, delineado en la Constitución que se aprobó el pasado 25 de enero, gracias a una serie de pactos y “consensos” con la derecha empresarial y terrateniente.



Una primer mirada a las urnas

Un breve análisis de los resultados provisionales muestra no sólo que aumentó la votación “azul” (del 54% que logró Evo hace 4 años al 63% actual); sino que mejoró en las ciudades (con un 55%, recuperando franjas de clase media y ampliando su prédica entre los trabajadores); y avanzó en el Oriente (más del 40% en Santa Cruz), imponiéndose en Chuquisaca y Tarija (dos departamentos dirigidos por la derecha).

Frente a este avance, el binomio Reyes Villa -Fernández se jugó a posicionarse como el reagrupamiento nacional de la reacción proimperialista. Representantes de la vieja y desgastada casta política que gobernó con el neoliberalismo (el ex capitán Reyes Villa fue edecán del dictador García Meza y cogobernó con Sánchez de Losada en 2003) y de la más oscurantista reacción terrateniente (Leopoldo Fernández está preso y bajo juicio por la masacre de campesinos en El Porvenir, el 11 de septiembre de 2008), obtuvieron un relativamente magro 27% de sufragios, su mayor caudal fue en Santa Cruz (así como Beni y Pando) gracias a Germán Antelo y otros sectores “cívicos” pero en medio de la dispersión de la “media luna”.

Por otra parte, un flojo 7 % del “rey del cemento y las hamburguesas”, Samuel Doria Medina (Unidad Nacional) así como el fracaso en proyectarse a nivel nacional de René Joaquino (Alianza Social), muestran que hubo poco espacio para un “tercer partido” de centro-derecha “democrática” como el que en su momento intentara Carlos Mesa.

La aplicación del nuevo sistema de empadronamiento “biométrico” -una garantía exigida en su momento por la derecha- y la masiva participación ciudadana legitimaron el proceso electoral, que fue considerado una “fiesta democrática” por muchos medios y un éxito en crear “reglas del juego” reconocidas como parte de la consolidación del nuevo régimen en Bolivia. El amplio “espaldarazo” de la Unión Europea, sus ONGs y “observadores”, así como de los gobiernos vecinos no es un dato intrascendente. En suma, fue un triunfo no sólo para el gobierno, sino para el régimen en su conjunto.

La campaña brilló por lo superficial y despolitizada, pero esto no fue sólo por la “moderación” del MAS para ganar votos entre la pequeñaburguesía, ni por la “penosa pobreza ideológica de los candidatos opositores”, como editorializa Los Tiempos (8/12), sino por que ya se habían alcanzado muchos “consensos” previos entre oficialismo y oposición. No se trataba tanto de dos “proyectos de país” virulentamente enfrentados sino más bien de la disputa por la representación política en los asuntos del Estado.

Evidentemente, el MAS “se llevó casi todo”. Accede a un segundo mandato políticamente fortalecido, se consolida como gran partido nacional populista-reformista y como la clave del nuevo régimen político. Mientras tanto, la derecha no logra revertir su crisis ni convertir la base social opositora (ese tercio de votos “antievo”) en una fuerza política consistente para confrontar a nivel nacional, aunque ya las miras comienzan a ponerse en las elecciones municipales y departamentales de abril próximo, donde buscarán retener sus posiciones regionales.

Conciliación de clases y arbitraje nacional

El “espejo distorsionado” de las urnas reflejó la distensión, en comparación con la polarización que primó hasta fines de 2008, con la tendencia a una especie de equilibrio de “centro” articulado en torno al MAS. Por un lado, entre las masas obreras, campesinas e indígenas, priman las expectativas en el Gobierno y sus reformas y promesas (aunque menguando el entusiasmo de 2005-2006), en un apoyo que es apuntalado por la cooptación de la COB y las organizaciones sindicales. Por otra parte ha “bajado la espuma” entre la pequeñaburguesía conservadora y ha avanzado la aceptación hacia el MAS entre la mayor parte de la clase dominante. Es que a pesar de sus gestos y discursos, ocasionalmente irritantes, ciertas medidas “inconsultas” y sus veleidades de reforma, el gobierno les garantiza paz social, buenos negocios y una administración “sensata” del Estado.

Este clima de “distensión” y “reconciliación” nacional se apoya en la relativa estabilidad económica (pues el PBI crecería este año un 3% pese a los temblores de la crisis mundial), y en el afianzamiento de la transición, como dice García Linera, a un nuevo régimen que tiene fuertes rasgos “bonapartistas”, es decir, que muestra al gobierno imponiéndose a través del dominio del aparato estatal como árbitro entre todas las fuerzas sociales y económicas; pero que ha venido tejiendo “consensos” y “garantías” de todo tipo para la burguesía, lo que calma sus reparos a este tipo de solución política a la larga crisis que vivió el país.

Es que 2009 ha sido un año decisivo para la estabilización burguesa de Bolivia. Con sus métodos frentepopulistas de contención y control de las masas, y canalizando todo a las reformas constitucionales, el MAS ha asegurado, paso a paso, la clausura de la etapa revolucionaria abierta al calor del levantamiento insurreccional de 2003, enterrando la “agenda de Octubre” a cambio de algunas seminacionalizaciones y reformas parciales y dirigiendo el diseño de un nuevo ordenamiento estatal que, mas allá del discurso (cada vez más lavado, por otra parte) preserva los intereses fundamentales de empresarios, terratenientes, bancos y transnacionales, más aún, promete incentivar el desarrollo del capitalismo nacional. Ese es el contenido de la transición al nuevo régimen del “Estado Plurinacional de Bolivia” que Evo promete acelerar en su segundo gobierno, pero esto no será más que la consolidación de un régimen seminacionalista basado en la postergación de las demandas obreras, campesinas y populares y la conciliación con la burguesía y el imperialismo.

MAS de lo mismo

Pero algunos decían que el giro a la derecha del gobierno en el último tiempo era una astuta táctica de Evo para ganar votos y luego avanzar. ¿Se radicalizará ahora el MAS, apoyándose en ese 63% de respaldo popular y dominando el Parlamento? Cuatro años de gestión estatal han mostrado que esa ilusión no tiene mayor sustento y los principales representantes del oficialismo no se cansan de machacar que ese no es su proyecto. Evo y García Linera insisten en el respeto a la propiedad privada, las garantías a los terratenientes y la “seguridad jurídica” para los capitalistas nacionales y extranjeros garantizados con la nueva CPE. En su discurso triunfal, Evo hizo “una convocatoria a autoridades que no quieren trabajar con Evo, a alcaldes, a cívicos, a empresarios, a intelectuales que dudan, a servir a Bolivia" (...) “Que vengan a trabajar por el pueblo boliviano, porque somos de la cultura del diálogo." (ABI, 7/12). Por su parte el ministro de gobierno, Juan de la Quintana, ratificó que hay una mano tendida a la derecha, los “cívicos” y las cámaras empresariales explicando que “Los dos tercios no significan, como antes, aplanadora, no significa el ejercicio tiránico de la administración pública; todo lo contrario, dos tercios significa responsabilidad sobre cómo lograr acuerdos interinstitucionales con los distintos sectores para que esos dos tercios adquieran legitimidad y fortalezcan la democracia” (La Razón, 8/12).

Evo apeló al voto popular prometiendo que con la “profundización del proceso de cambio” en este segundo mandato se podrán resolver las demandas populares y hasta industrializar el país. Cosechó una vez más un amplio apoyo, pese a que muchas de las promesas y expectativas nunca fueron cumplidas: no hubo verdadera nacionalización del gas sino renegociación de contratos con las trasnacionales, el MAS entrega los recursos minerales a las transnacionales (como en El Mutún, Corocoro y otras), y la gran propiedad terrateniente ha sido convertida en prácticamente intocable por la nueva Constitución.

Más aún, la gran mayoría de los trabajadores siguen sufriendo los bajos salarios, la precarización laboral, el desconocimiento de los derechos sindicales y la prepotencia de los patrones, mientras la política económica del gobierno favorece ampliamente los intereses de los empresarios, los bancos y las transnacionales y con el “apoyo a la microempresa” combina la promoción de una capa de pequeños empresarios con las más brutales formas de superexplotación para los obreros y obreras y en particular, para los emigrantes campesinos e indígenas que no encuentran soluciones a la falta d e tierras y el empobrecimiento en sus comunidades.

El “gasto social”, las numerosas pero pequeñas obras públicas que apenas generan empleo temporal, precario y mal pago y los bonos (escolar Juancito Pinto, de maternidad y Renta Dignidad para los mayores de 60 años) pueden amortiguar temporalmente algunos de los peores efectos de la miseria que sufren muchas familias humildes pero no pueden tapar la falta de respuesta de fondo a los problemas cruciales de los trabajadores y el pueblo pobre pese al discurso de la “revolución democrática y cultural, descolonizadora”.

Mirando al 2010

Es pronto para tener un cuadro completo del nuevo escenario político. Seguramente, mientras el gobierno define su nuevo gabinete y equipos, y alista sus planes, como las nuevas leyes, un relanzamiento de la política económica y los preparativos hacia elecciones de abril, se producirán algunos realineamientos políticos. Esto en el marco de que las masas que le dieron su voto, le extenderán también un nuevo período de crédito en espera de respuesta a sus necesidades.

Sin embargo, los proyectos del gobierno y el clima de distensión y calma social podrían complicarse. Un elemento decisivo a tener en cuenta será el curso de la economía mundial, pues un agravamiento de ésta en 2010, si lleva a un desplome de los mercados de materias primas, podría dejar sin sustento la conciliación de clases impuesta por el MAS y dejar al desnudo las condiciones de explotación, la miseria y las enormes desigualdades sociales que siguen reinando en el país, Es previsible que eso pueda llevar a una nueva ronda de polarización social y política entre los ataques empresariales y la resistencia de los trabajadores y el pueblo pobre. Por otro lado, a la larga el proyecto masista de un “capitalismo andino” sustentado en el apoyo popular, pese a la fortaleza política actual del gobierno tiene claros límites estructurales y grandes debilidades estratégicas en la irresolución de las grandes tareas nacionales -como la falta de una verdadera nacionalización y una revolución agraria, sin los que no habrá genuina “industrialización”-, y en los profundos antagonismos sociales que no puede resolver un “proceso de cambio” de la mano del gran capital, los terratenientes ni el imperialismo.

Preparar un nuevo camino para la lucha de los trabajadores

Frente a los bajos salarios, la precariedad laboral, los despidos y la prepotencia empresarial, los trabajadores no tienen otro camino que la movilización, y lo mismo frente a los problemas populares como son las malas condiciones de educación, salud y vivienda, o en el campo, la falta de tierras y la crisis de la pequeña economía campesina. Es solamente por el camino de la movilización que se podrán plantear salidas de fondo a los grandes problemas nacionales, pero esto cuestionará la colaboración de clases con la burguesía impuesta por el MAS.

Ante las nuevas condiciones políticas nacionales, un problema estratégico es por qué vías podrá reabrirse un camino de movilización independiente. Bajo el gobierno de Evo, la fuerte crisis política mantenía abiertas brechas que el movimiento de masas podría haber utilizado para golpear a la derecha autonomista y retomar la movilización pese a los esfuerzos de contención del MAS y la burocracia sindical. Pero esto no se dio.

Aún es pronto para saber cómo afectará el nuevo escenario político a los trabajadores y sus luchas. Es posible que se vaya dando una combinación entre conflictos por demandas inmediatas, con una mayor presencia social y política del movimiento obrero (y una mayor inquietud entre los estudiantes) y al calor de esto, pueda avanzar la experiencia política de secetores avanzados con el oficialismo.

La lucha por el salario, el trabajo y el conjunto de las reivindicaciones planteará no sólo el enfrentamiento con los patrones, sino la necesidad de mantener independencia frente a la intervención gubernamental y desafiar la dirección de la burocracia oficialista para que las luchas triunfen. Las luchas por fábrica pondrán sobre la mesa la necesidad de la unidad, no sólo por sector, sino nacional, de los trabajadores. Una nueva vanguardia obrera tendrá que aprender de las lecciones de estos años y forjarse con nuevos métodos, y más templada, superando las ilusiones en el MAS y en la conciliación entre el capital y el trabajo que éste y los dirigentes de la COB, las CODes, COR, Confederaciones y Federaciones practican y predican.

Esta perspectiva plantea la necesidad de rodear de solidaridad y coordinar las luchas obreras que surjan, exigiendo a las organizaciones sindicales que asuman los reclamos de los trabajadores pero buscando al mismo tiempo recuperar como herramienta de lucha las organizaciones sindicales que la burocracia convierte en correas de transmisión de la política del MAS y dotarse de un programa de acción obrera, por la plena democracia obrera y por la independencia de clase frente al gobierno y toda variante propatronal.

Las tareas de los socialistas revolucionarios

Los socialistas debemos contribuir a ese proceso interviniendo junto a los trabajadores. Con este objetivo, es necesario seguir luchando por un polo de independencia de clase que pueda abrir nuevos caminos cuando las masas obreras, campesinas e indígenas que hoy confían en el “proceso de cambio” vean frustradas sus expectativas y deban comenzar a movilizarse por sus necesidades.

Ante las elecciones, hemos planteado formar un frente de los trabajadores y los socialistas que pudiera levantar candidaturas obreras. Pero a pesar de los esfuerzos de la LOR-CI y otros compañeros, con acciones unitarias como el bloque del 1º de mayo por la independencia de clase y las reuniones sostenidas con varias corrientes, este objetivo no se alcanzó, siendo un obstáculo decisivo las restrictivas leyes electorales defendidas por el MAS y la derecha para asegurarse el monopoli



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